San Lucas, evangelista

2Tim 4, 10-17; Sal 144, 10-13. 17-18; Lc 10,1-9

Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía: -La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id: mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. En la casa en que entréis decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hubiera algún hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el que trabaja merece su salario. No vayáis de casa en casa. Y en la ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella y decidles: «El Reino de Dios está cerca de vosotros».


Hoy el Evangelio nos presenta la figura de María la Madre del Señor, que se desplaza desde Nazareth hasta Cafarnaún, recorriendo unos 40 kilómetros aproximadamente. La escena sucede en un contexto de formación a la multitud por parte de Jesús, pero rápidamente la lección cambia de contenido, ¿Cómo ser familia de Dios? Obviamente que no buscamos los lazos consaguíneos, ni étnicos sinos que el Señor nos ofrece otro camino que es asequible en todo momento y a toda persona, como es el cumplimiento de la voluntad de Dios, que se expresa en palabras y acciones: "los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica", para hacer parte de la familia de Dios, como hermosamente lo puedo entender san Pablo en su carta a los Efesios (2, 19).

Señor Jesucristo que nos ofreces el camino para ser familia de Dios, pedimos por los méritos de María Santísima, vivir en amor y santidad, nuestra vocación cristiana.

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